lunes, 3 de noviembre de 2014

RELACIÓN DE ORIGEN Y DESTINO / Poesía de José Ignacio Restrepo



 PUENTES CAÍDOS


Rostros que miran
desde los tiempos feroces
donde no había nada,
ni vos, ni yo,
ni estos que se asoman a mirar
en la palestra diaria,
los que cantan de salina moral y en desventaja,
los que mueren sin ser reconocidos,
que se dan por vencidos...
Y después del renglón donde se marcan
las palabras silencio, dueño y mudo,
qué puente colocar
para unir el sucio piso con el muro
sin colocar allí saldos cremados,
cenizas esparcidas con bromuro
y las fotos de cadáveres y sombras
acampando sin saber en la pared,
como todos mis muertos,
mis serenos perdidos y vejados, 
que elocuentes me miran
desde el sólido muro
como recuerdos heridos y varados,
pues los puentes que ahogan su heredad
en el hueco denso y melodioso
son al fin lo único que queda,
no lo niegues,
la distancia entre un hola y un adiós.
Mi mama tuvo cientos de camándulas,
rezadas y contadas muchas veces...
yo las veía, parecían piedras vivas
con las que hablaba de cosas sin sentido
para agrandar el tiempo de la noche,
o restaurar las voces de los mudos
perdidas sin sustento en esas noches baldías...
Bellos gorjeos sus rezos,
presos entre jaulas invisibles,
con las serenas mentiras
haciendo de cubierta cotidiana
para impedir que las heces de los vivos
oxiden el piso de todos los hogares,
que con sus puertas invisibles
y un letrero de ayuda
que nadie puede ver entre tanta mentira,
dan direcciones etéreas,
dicen la verdad sobre los puentes caídos...
Cómo sonáis perpetuamente en mi cabeza,
cómo recibo vuestros calmos ósculos
sobre mi piel cuarteada 
hecha de hilos,
de brillos adecentados y omnicientes
que a veces veo también
entre las canas adorables
de ella.


JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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