SEÑALES
Rupia que no me compra
en la mano de algún alguien hoy se ofrece,
busca sin más coronar el canto mío
con el rescate ardiente y sibilante
que ganando está en la simiente de los siglos,
esclavizando el pan,
alcahueteando al amor acostumbrado,
y al cielo doblegando otra vez,
convirtiéndolo en dolor,
rompiendo fuentes,
cada minuto amado de su ciclo
de nimbus declaradas sus amantes
y cirros que se niegan hoy de nuevo
a ser plácidamente
sus sirvientes...
En la mano del oro veo señales
de precios que valores no son tales,
todos quieren coger el brillo fatuo,
y vestirse entre bailes que no acaben,
enlazan las monedas al deseo
y en muros fabricados de papel,
pintan lo que vendrá como si fuera
el jardín de la fe, locos felices,
masticando sin dientes
sus perdices...
No escuchan el vaivén del viento noble
que anuncia en delicadas filigranas,
la caída del puente que todo une,
el berrido insalvable de las ansias,
la huida de los niños hacia el vientre,
y los que deberían reluchar
ante el afable sentido de estar vivos
y no tirar el curso de las aves
sobre el hielo funesto que se parte,
menoscabados siguen en la fiesta
sin una bienvenida o un adios
para las caras nuevas que preguntan,
a dónde diablos se fue el ángel caído,
en qué punto de este almacén
de sin sentidos
duerme plácidamente un dios perdido
con la cara de un niño sobre sí
que se ha despertado,
y a una madre infeliz
el pecho pide...
JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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