miércoles, 2 de octubre de 2013

SEDES PARA LABIOS ROJOS / Poesía de José Ignacio Restrepo


TATUADOS


Que muere de feliz y no de triste, 
quien de dioses falaces fiel abjura, 
para morar inquieto, intransigente, 
donde le diga la piel estar presente...
Bello como esa duna que te nombra
mientras sueñas con ser el que ya eres,
escribes sobre el lienzo inmaculado
designios que renacen mientras duermes, 
debe la mar su cambio en tierna playa, 
su extramuro vencido que hoy es cielo, 
al temido lenguaje que inventabas
para hacer algo útil del silencio...
Las simultáneas lozas hechas trizas, 
caben en ese cofre de recuerdos
que arrojado a la cara de algún viento,
se levanta aún más y hace una nube
queda en el aire la miel para el desierto
como cambio para su trágica solvencia, 
es agua de redenciones y de vida
para la frente tuya, de él, la mía,
para dar verde al temple que se agota
y a esa longeva sensación de ser eterno, 
de estar hoy ya más cerca de la hora,
de ser amados más allá de toda ciencia...
A veces viene el dolor a tu morada
exigiéndote un grave sacrificio, 
y la fiebre del cuerpo se entromete
y cambia al triste por el ávido momento
el sexo limpio se degolla allí en tu ombligo
la miel que te faltaba ahora endulza
esas ansias de sal que ya olvidabas,
todo hermano con piel de compromiso
es capaz de hacer cambios sin verguenza 
si no le pide el día ser un muerto
aunque le deje el mal cruel patrocinio...
Pero, sabe mentir el sentimiento, 
que vacío llegó desde un principio, 
cuando la tórrida mano se asentara, 
sobre tu cuerpo ansioso como todos
y te obligara a posar como holgazán,
de la virtud solemne antagonista,
por saberse un inútil presentido,
un frágil defensor del buen obrar... 
Más son hermanos tristes de la piel, 
las manos, los ojos cerrados, el recuerdo, 
y así la luz no es más que oscuridad, 
bendiciendo su paso...por nosotros,
en medio del talud bronco del sexo...
 
JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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