RESIGNACIÓN
A que sostienes
con tu piel mi voz secreta,
y en cada verso querida viene impresa,
la tonada fiel de tu hermosura,
el clamar tempestuoso de tu pecho,
que brillaba en sin igual blancura,
y ante el alijo lleno de promesas,
mi voz entona bellos cantos diurnos,
que se enredan en tus manos sutilmente,
y luego en los senderos de tu cuerpo...
Pongo los viajeros vientos por testigos,
de que mi voz de amante y centurión,
ha marchado a hacerte una canción
en tono de tormenta y luego viento
como dueño que soy de tus recuerdos,
ingenioso, romántico, y etéreo...
A qué si lo que doy es poesía
tarde engalanas a solas mis premuras
y las perpetuas del aire travesuras
que forman filigranas cuando llegas,
para que yo las vea, solo yo,
se van después, amor,
dejando bruma...
Hoy ardo corazón que me atropellas,
ella no está y tú me la recuerdas,
tarareas las cantas que gustaba,
me las gritas sin pena allende al alma,
respiro sangre y lloro mi dolor
que no es coraje sino rabia de ausencia,
es por el peso, el rústico equipaje,
las heridas de verla en todas partes,
el deseo de ya cerrar los ojos
y mirar hacia adentro, a otra parte,
pero es una oración sin monumento,
una pelea cazada y ya perdida,
pues ella mora dentro de mi vista,
ocupa todo lo que hay recién abierto,
y aquello alegre que no ves
es que no existe,
quedó todo lo triste
y marcha lejos...
A que sostienes
con tu piel mi voz secreta,
y en cada verso querida viene impresa,
la tonada fiel de tu hermosura,
el clamar tempestuoso de tu pecho,
que brillaba en sin igual blancura,
y ante el alijo lleno de promesas,
mi voz entona bellos cantos diurnos,
que se enredan en tus manos sutilmente,
y luego en los senderos de tu cuerpo...
Pongo los viajeros vientos por testigos,
de que mi voz de amante y centurión,
ha marchado a hacerte una canción
en tono de tormenta y luego viento
como dueño que soy de tus recuerdos,
ingenioso, romántico, y etéreo...
A qué si lo que doy es poesía
tarde engalanas a solas mis premuras
y las perpetuas del aire travesuras
que forman filigranas cuando llegas,
para que yo las vea, solo yo,
se van después, amor,
dejando bruma...
Hoy ardo corazón que me atropellas,
ella no está y tú me la recuerdas,
tarareas las cantas que gustaba,
me las gritas sin pena allende al alma,
respiro sangre y lloro mi dolor
que no es coraje sino rabia de ausencia,
es por el peso, el rústico equipaje,
las heridas de verla en todas partes,
el deseo de ya cerrar los ojos
y mirar hacia adentro, a otra parte,
pero es una oración sin monumento,
una pelea cazada y ya perdida,
pues ella mora dentro de mi vista,
ocupa todo lo que hay recién abierto,
y aquello alegre que no ves
es que no existe,
quedó todo lo triste
y marcha lejos...
JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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