miércoles, 23 de marzo de 2011

CICATRICES POR QUEDARSE O POR IRSE / Poesía de José I. Restrepo


CADA TESTIGO

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De ese ángel guarecido
cuyas mojadas alas tiritan
malamente cubriendo
el cuerpo escasamente musculado,
habla mi sombra esta noche como otras
en que algún viento frío sin nombre,
de folios de olvido recuperan
sus ojos visionarios,
robinsones de cielos sin límites,
los estragos de tierras sin bautizo
hacen nido en sus iris
y la guerra despierta entre sus pies
y en el alba veteada de sus manos,
donde sueños escondidos hace siglos
violentan doncellas de ébano,
mientras tu vas poniendo tu heredad soleada
- latitud de quimeras montadas
en el anca grácil de una estrella -
a la orden de mi alado deseo
cuyas ansias libertarias han vestido repentinas galas
cuando llegaste aquí guiada simplemente
por el roce que en ellas se cantó
al paso firme de un viento vespertino.


ELOCUENTE  I

VEREDA

Entre la ruinas,
los ruidos ancestrales del frío
llaman a otros por mi nombre,
llenan los agujeros de los árboles,
sus troncos de piedra,
y no saben que que mis oídos todavía
aquí donde nadie mora sólo entienden tu canto,
tu sencillo convocarme hacia la llama
que desde el solo deseo se abre paso…

Hace horas
vadeo otros espejismos memorables,
el pasado como los gases nobles
provoca a veces variadas reacciones
y puedo padecer inmoderados
estremecimientos ancestrales,
el vértigo no bien olvidado
en el vientre del marino no tan joven,
pero al llegar
en las orillas del viento
veo que enrolla los bucles de tu pelo,
que están allí como huellas…
Entonces se evaporan los vestigios
y ya no hay pasados probables,
en las ruinas el silencio extiende su barniz,
sin prisa,
mientras unos miedos cojos
en alguna de estas puertas hacen de soldados,
cuidando, sin saber que esperan
mi voz de mando para marcharse de allí…

JOSÉ IGNACIO RESTREPO Copyright ©
• Reservados todos los derechos de autor

2 comentarios:

  1. desde que las sirenas conocieran del poder de su canto, así ha sido siempre que se prenda el alma en ello, así como si travistiendo a Úlises él mismo yo fuera, pongo mi empeño en escuchar tu canto, cada uno de tus sagrados trinos, cada nota de tu alma sinfónica, que parte a la mitad mi mástil y sin remedio hasta cualquien profundidad te sigo... pero es que es el tuyo el más bello, el más verdadero...

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  2. Y tu, que cómo fiel falange de una mano eterna sutiles argumentos escribieras en mi espalda en tanto yo descanso, no sólo tienes verdes y dorados para extender en mis estancias ávidas, sino que proliferas como enredadera que me hablara en el idioma que me falta por aprender, preocupada únicamente de que yo termine por hablarte de la manera perfecta como a mis oídos solamente tu lenguaje lo hace.....

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