martes, 30 de noviembre de 2010

LA PIEL HILADA DE MIS MANOS / POESÍA DE JOSÉ IGNACIO RESTREPO

POSIBLE
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Si queríamos perder
ese balance exiguo,
ese péndulo sobre la cuerda
que llamamos infancia,
seguramente,
puede ser corroída por la duda
o por el noble goteo
de las añejas lágrimas,
que aceptamos haber derramado
solo si el alcohol
se encuentra como amigo,
entre los pliegues inexactos de la noche…
Si debiéramos contar nuestros secretos,
ha de hacerse en las calles derrumbadas,
por ese afán tan humano y simplista
de fácilmente derrumbarlo todo,
para tontamente un poco
más grande levantarlo,
ha de haber un estúpido ego colectivo
que no se como
daña el juguete que piensa suyo
contra el muro,
mientras se queja de soledad y tedio
y sufre de escozores y sopor,
en las tardes cortas de los días fríos…

CERTIDUMBRE  LIVIANA
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Se que quieres, háblame niño,
deletrea ese rigor tormentoso
que brota por tus ojos lánguidos,
cómo, de qué forma me harás
sendero de tus ecos,
me harás latido de tus iras nobles,
pesar de tus destructivas marejadas

Se que el miedo reina,
vasta monarquía ya perenne,
establecida en la bruma de tu alma,
hace ya tanto...
Vaya que el olvido de tu padre ha vuelto añicos
el burdo amago,
ese que a veces comprendes
es el recuerdo de tu madre,
y esas huellas llenas de aguas pútridas y vastas
que pueden ser la hierba para otros
solo obrarán camino si respetas
este andar,
esta dubitativa trashumancia,
no descrita en texto alguno…

ELOCUENTE 1
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Las horas prohibidas  se tiran medio muertas,
de las más alta ventana,
solo agujeros,
que se pasan preguntando al vacío,
como pudo llegar a ese lugar tan alto,
y al darse de rostro contra el suelo
se disuelven,
se disuelven,
como apagados sueños de espuma,
polen milagroso, que te entiendo,
polen colorido,
mi busca envidia tu destino
de teatrero pleno,
de vidente para toda visión,
mis quehaceres de aire se yerguen,
laten en medio de la nada tenue,
se trashuman infames sin aun dar la cara,
en cuartos inseguros y pequeños,
cuyo riesgo es su plana superficie,
su calor protector,
y esta carta de revés,
escrita en enviones de zurda contra diestra,
viene con dobleces desde el alma,
hecha sin más de hálitos de robles

VEREDAL Y CELESTE
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Carne de vuelo perdido,
la selva diurna se come sus fragmentos,
los convierte tras la lluvia en solo herrumbre,
óxido de parietales y de fémures,
convergiendo allí,
tras los minutos estelares de escarnio,
que llenan los decenios de esto que llamamos vida…

Y luego,
lo que sigue ha embriagado mentes,
ha esculpido alas,
sobre espaldas de hombres huesudos,
ha diezmado actos de las manos
volcando la pregunta en la pregunta,
hasta vómito volver los estertores
de la piel en la piel que no cesa…
Ah, Dios, cuento de fogata
en la lejana infancia,
que hoy incendias la mente
con solo no pensarte…

JOSÉ IGNACIO RESTREPO Copyright ©
Reservados todos los derechos de autor

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