martes, 30 de noviembre de 2010

LA PIEL HILADA DE MIS MANOS / POESÍA DE JOSÉ IGNACIO RESTREPO

POSIBLE
47242_432792007174_537782174_5607176_5461299_n
Si queríamos perder
ese balance exiguo,
ese péndulo sobre la cuerda
que llamamos infancia,
seguramente,
puede ser corroída por la duda
o por el noble goteo
de las añejas lágrimas,
que aceptamos haber derramado
solo si el alcohol
se encuentra como amigo,
entre los pliegues inexactos de la noche…
Si debiéramos contar nuestros secretos,
ha de hacerse en las calles derrumbadas,
por ese afán tan humano y simplista
de fácilmente derrumbarlo todo,
para tontamente un poco
más grande levantarlo,
ha de haber un estúpido ego colectivo
que no se como
daña el juguete que piensa suyo
contra el muro,
mientras se queja de soledad y tedio
y sufre de escozores y sopor,
en las tardes cortas de los días fríos…

CERTIDUMBRE  LIVIANA
69842_159056367458194_100000614953782_356636_4631085_n
Se que quieres, háblame niño,
deletrea ese rigor tormentoso
que brota por tus ojos lánguidos,
cómo, de qué forma me harás
sendero de tus ecos,
me harás latido de tus iras nobles,
pesar de tus destructivas marejadas

Se que el miedo reina,
vasta monarquía ya perenne,
establecida en la bruma de tu alma,
hace ya tanto...
Vaya que el olvido de tu padre ha vuelto añicos
el burdo amago,
ese que a veces comprendes
es el recuerdo de tu madre,
y esas huellas llenas de aguas pútridas y vastas
que pueden ser la hierba para otros
solo obrarán camino si respetas
este andar,
esta dubitativa trashumancia,
no descrita en texto alguno…

ELOCUENTE 1
fallen_nurse_log_usa1024_768
Las horas prohibidas  se tiran medio muertas,
de las más alta ventana,
solo agujeros,
que se pasan preguntando al vacío,
como pudo llegar a ese lugar tan alto,
y al darse de rostro contra el suelo
se disuelven,
se disuelven,
como apagados sueños de espuma,
polen milagroso, que te entiendo,
polen colorido,
mi busca envidia tu destino
de teatrero pleno,
de vidente para toda visión,
mis quehaceres de aire se yerguen,
laten en medio de la nada tenue,
se trashuman infames sin aun dar la cara,
en cuartos inseguros y pequeños,
cuyo riesgo es su plana superficie,
su calor protector,
y esta carta de revés,
escrita en enviones de zurda contra diestra,
viene con dobleces desde el alma,
hecha sin más de hálitos de robles

VEREDAL Y CELESTE
58525_153534308009573_123837237645947_362412_197470_n
Carne de vuelo perdido,
la selva diurna se come sus fragmentos,
los convierte tras la lluvia en solo herrumbre,
óxido de parietales y de fémures,
convergiendo allí,
tras los minutos estelares de escarnio,
que llenan los decenios de esto que llamamos vida…

Y luego,
lo que sigue ha embriagado mentes,
ha esculpido alas,
sobre espaldas de hombres huesudos,
ha diezmado actos de las manos
volcando la pregunta en la pregunta,
hasta vómito volver los estertores
de la piel en la piel que no cesa…
Ah, Dios, cuento de fogata
en la lejana infancia,
que hoy incendias la mente
con solo no pensarte…

JOSÉ IGNACIO RESTREPO Copyright ©
Reservados todos los derechos de autor

viernes, 19 de noviembre de 2010

BROCADOS SIN PREVIO VASTEO / POESÍA DE JOSÉ IGNACIO RESTREPO



DECIMONÓNICO


De las demás agonías…
Quién podría epilogar bien aquella historia de amor
de ese maestro de música,
al mismo tiempo con la tía y la sobrina,
a una hora de distancia entre lección y lección,
pasiones tan disimiles, de tan distintas urgencias nacidas,
y fervientes, y tibias ambas,
un hombre que se escinde en dos,
dos mujeres que se quieren
pero que deberán odiarse…
A quien le viene escribir
la última línea de esta historia,
de otro primero y único hombre…

Sobre la tumba de alguno de los tres
el mejor epitafio rezará,
por el alma infeliz del primero que mal se fue…

ALGUIEN DEBÍA MORIR…




LOS CONTIGUOS NUESTROS


Allende a la mañana podemos observarlos
al mirar el abandono de los cuerpos,
ella y él que aun sueñan,
que están en las frazadas, envueltos con los otros
sus deseos consumados, sus contiguos,
infantilmente dormidos y a la espera
El otro, el que habita indomeñable la epidermis,
es más del clima que nuestro,
y solo espera que un roce o un augurio
de por finalizado el armisticio,
y lo vierta en la guerra,
con todos sus deseos, sin nombre,
carnalmente dispuestos…
¿Cuantos somos?
Antes del alba, cuando también bordean sueños,
los que nos fueron cercanos, íntimos,
recrean ilesos en nuestra piel de asombro
veranos ardientes que fueron…



DICHO SIN DUDAS


Yendo de una a otra,
las ventanas más bien semejan bordes de río,
o veredas de arboledas,
acaso también barrotes de celda…
No puede ser que esta ensoñación se avenga
mientras mis ojos abiertos no te ven,
sin saludarnos,
sin despedirnos,
sin habernos antes conocido,
porque era preciso, escrito estaba,
desde antes que los guijarros del mar
fueran trocillos de madera entre el bosque,
desde antes
que te vieras en mis ojos,
rondando tu cuerpo plateado,
cubierto por la luna llena…



JOSÉ IGNACIO RESTREPO
 Copyright ©




miércoles, 17 de noviembre de 2010

LOS RELIEVES DE LA PIEL / POESÍA DE JOSÉ IGNACIO RESTREPO

MUJER

31080_386201959581_675834581_3936395_4928967_n


Estás ahí,
prendida con un dedo de la luna,
sostenida de tu afán de ser, quizás sola,
pero hecha de mar, de un sinfín de tiernos oleajes
y violentas mareas.
Has hecho hombres, guerreros, silentes
del fondo de tu mar brotaron
y el simiente su marca en el recuerdo
como huella en alto acantilado.
Has hecho a quienes te quisieron
y a quienes te olvidaron...
Estás ahí, 
en el fondo de tus ojos
las estrellas
 


TIEMPOS ILESOS

66056_1593001978296_1033307088_1670433_914520_n


No entran los espejos en esta ebria explicación nocturna
porque en algún lugar de otra época
para blindarse bastó romper uno,
forrar la diestra entre una cuerda y la siniestra esconderla
en algún  trapo por suerte hallado,
era hermoso verse armado, verse convertido
en un guerrero de tierra sin lenguaje, dispuesto al duelo,
ilustrador de alguna alegoría, todo uno ígneo,
pura materia volcánica en los ojos.
Y por horas, o así me luce ahora,
por no caer de algún golpe, forcejear con la gravedad
tirar con todo, sin conseguir hacer daño manifiesto;
allí el testigo era el atardecer llevándose la luz,
y nosotros, ignorando la captura del medieval momento
que imagen de vitral, que cuento!aún sentimos
al tocar con el envés la larga cicatriz, que nadie había
que hoy contar pudiera, como se veían los duelistas...
 


COMEDIA

Es menester alcanzar con vida la noche...
La danza de los ciegos no comienza
sin la presencia diríamos aciaga
de algunos gatos negros, que han prestado algunas de sus vidas,
a otros que ya muertos han querido acudir al aquelarre.
Y advenedizos, con cara de hambre,
de vejez,
de ira,
caminan lerdamente mientras miran
a rameras que no venden sus servicios hace ya muchos años y
con argucia en las voces intentan maquillar sus cuerpos viejos.
Los cálidos colores del infierno
crepitan en los muertos ojos,
en las carnes pisoteadas por el alud del tiempo,
y no hay quien pinte en un lienzo este instante...
Un nuevo Dante, que escriba de esta escena
¿acaso desde lejos nos observa?
 
JOSE IGNACIO RESTREPO Copyright ©
• Reservados todos los derechos de autor

domingo, 14 de noviembre de 2010

LOS INVIERNOS SON LA PAUSA DE VERANOS ETERNOS / POESÍA DE JOSÉ IGNACIO RESTREPO

INVITACIÓN

37645_105551986165837_100001331087492_52677_1308034_n

Pospón ese nuevo temario
donde el monólogo atérido me ignora,
mientras el suave dolor que te envanece,
como la espuma del jabón , en la bañera,
hueco asciende…
Pospón las miradas donde el rencor,
como la alta reja de una casa,
suele negar mi acceso,
cuando he llegado galante,
con mi calor a buscarme
entre tu frio…
Deja para después el llanto,
patrón de tu quimérico presente,
y déjale marcharse,
y vente sin defensa,
voltea tu hacia ese rostro,
para que veas como ya se fugan
las lágrimas dolidas de mis ojos,
huestes  de guerras no pactadas ni queridas,
esculpidas de vientos ya pasados,
tragedias  invaluables
que ya no valen nada,
deja querida
que se marchen,
parpadeos de silencio,
cegueras de tedios…


MARÍTIMO

35839_139651229383825_100000168475114_430357_2781268_n

Como un ancho muelle,
serenamente longevo,
aguardo el arribo de un buque desde el norte,
el día del mar exuberante color ámbar…
El día en que una augusta marea lo detenga,
y las olas , como en una extraña talla,
conserven inmóviles,
el último detalle de su afán
por llegar  a la playa…
Navegando,
una bitácora escrita en las estrellas,
tu gracia de goleta
describe breves hipérbolas,
ignorante de la amorosa bienvenida
que la espera en el muelle…


CANCIÓN DE LAS 12 PASADAS

38852_137556192941545_100000614953782_246865_7593751_n

No desdigas de la alquimia
llevada a cabo antes de los tiempos,
da igual preguntar por el origen,
que explicar sin saber
porque estamos aquí,
intentando este antiguo lenguaje
esta esencia remota sin nombre,
que nos pide sus testigos seamos…
Como extraída de la caja de Pandora
tu risa converge en este sitio ausente,
y todo lo que me es claro se hace añicos
cuando veo en el portal tus ojos…
Detento sin querer la prueba,
de que todo es y no es al mismo tiempo…
Y si amo aun los espejismos
es por ser objeto de enseñanza,
en ellos mis ojos se humedecen
y mi mente sin pedir se aclara,
a pesar del dolor y la ausencia
de no llegar al oasis de tu tierna mirada
cuando al borde del desierto arribe… 

JOSÉ IGNACIO RESTREPO Copyright ©
Reservados todos los derechos de autor

jueves, 11 de noviembre de 2010

UN LLAMADO MALDITO, BENDITO POETA / CHARLES BAUDELAIRE

 La cabellera

¡Oh vellón, que rizándose baja hasta la cintura!
¡Oh bucles! ¡Oh perfume cargado de indolencia!
¡Éxtasis! Porque broten en esta oscura alcoba
Los recuerdos dormidos en esa cabellera,
La quiero hoy agitar, cual si un pañuelo fuese.

Languidecientes asias y áfricas abrasadas,
Todo un mundo lejano, ausente, casi muerto,
Habita tus abismos, ¡arboleda aromática!
Tal como otros espíritus se pierden en la música,
El mío, ¡oh mi querida!, navega en tu perfume.

Lejos iré, donde árbol y hombre, un día fuertes
Fatalmente se agostan bajo climas atroces;
Firmes trenzas, sed olas que me arranquen al fin.
Tu albergas, mar de ébano, un deslumbrante sueño
De velas, de remeros, de navíos, de llamas:

Un rumoroso puerto donde mi alma bebiera
A torrentes el ruido, el perfume, el color;
Donde naos surcando el oro y el moaré,
Abren inmensos brazos para estrechar la gloria
De un puro cielo, donde vibre eterno calor.

Y hundiré mi cabeza sedienta de embriaguez
En ese negro océano, donde se encierra el otro,
Y mi sutil espíritu que el vaivén acaricia
Os hallará otra vez, ¡oh pereza fecunda!
¡Infinitos arrullos del ocio embalsamado!


Oh cabellos azules, oscuros pabellones
Que me entregáis, inmensa, la bóveda celeste;
En las últimas hebras de esas crenchas rizadas,
Confundidos, me embargan los ardientes olores
Del aceite de coco, del almizcle y la brea.

Durante edades, siempre, en tu densa melena
Mi mano sembrará perlas, rubíes, zafiros,
Para que el deseo mío no puedas rechazar.
¿No eres, acaso, oasis donde mi sueño abreva
A sorbos infinitos el vino del recuerdo?


El gato


Ven, bello gato, a mi amoroso pecho;
     Retén las uñas de tu pata,
Y deja que me hunda en tus ojos hermosos
     Mezcla de ágata y metal.

Mientras mis dedos peinan suavemente
     Tu cabeza y tu lomo elástico,
Mientras mi mano de placer se embriaga
     Al palpar tu cuerpo eléctrico,

A mi señora creo ver. Su mirada
     Como la tuya, amable bestia,
Profunda y fría, hiere cual dardo,
     
Y, de los pies a la cabeza,
     Un sutil aire, un peligroso aroma,
Bogan en torno a su tostado cuerpo.



¿Qué dirás esta noche, pobre alma solitaria...




¿Qué dirás esta noche pobre alma solitaria,
Qué dirás, corazón, marchito hace tan poco,
A la muy bella, a la muy buena, a la amadísima,
Bajo cuya mirada floreciste de nuevo?

-El orgullo emplearemos en cantar sus loores;
Nada iguala al encanto que hay en su autoridad;
Su carne espiritual tiene un perfume angélico,
Y nos visten con ropas purísimas sus ojos.

En medio de la noche y de la soledad,
O a través de las calles, del gentío rodeado,
Danza como una antorcha su fantasma en el aire.

A veces habla y dice: «Yo soy bella y ordeno
Que por amor a mí no améis sino lo Bello;
Soy el Ángel guardián, la Musa y la Madona»




A la que es demasiado alegre



Tu cabeza, tu gesto, tu aire
Como un bello paisaje, son bellos;
Juguetea en tu cara la risa
Cual fresco viento en claro cielo.

El triste paseante al que rozas
Se deslumbra por la lozanía
Que brota como un resplandor
De tus espaldas y tus brazos.

El restallante colorido
De que salpicas tus tocados
Hace pensar a los poetas
En un vivo ballet de flores.

Tus locos trajes son emblema
De tu espíritu abigarrado;
Loca que me has enloquecido,
Tanto como te odio te amo.

Frecuentemente en el jardín
Por donde arrastro mi atonía,
Como una ironía he sentido
Que el sol desgarraba mi pecho;

Y el verdor y la primavera
Tanto hirieron mi corazón,
Que castigué sobre una flor
La osadía de la Naturaleza.

Así, yo quisiera una noche,
Cuando la hora del placer llega,
Trepar sin ruido, como un cobarde,
A los tesoros que te adornan,

A fin de castigar tu carne,
De magullar tu seno absuelto
Y abrir a tu atónito flanco
Una larga y profunda herida.

Y, ¡vertiginosa dulzura!
A través de esos nuevos labios,
Más deslumbrantes y más bellos,
Mi veneno inocularte, hermana