martes, 17 de agosto de 2010

EL MAESTRO DE MIS AFECTOS / PABLO NERUDA

Poema 14




Juegas todos los días con la luz del universo.

Sutil visitadora, llegas en la flor y en el agua.

Eres más que esta blanca cabecita que aprieto

como un racimo entre mis manos cada día.



A nadie te pareces desde que yo te amo.

Déjame tenderte entre guirnaldas amarillas.

Quién escribe tu nombre con letras de humo entre las estrellas del sur?

Ah déjame recordarte cómo eras entonces, cuando aún no existías.



De pronto el viento aúlla y golpea mi ventana cerrada.

El cielo es una red cuajada de peces sombríos.

Aquí vienen a dar todos los vientos, todos.

Se desviste la lluvia.



Pasan huyendo los pájaros.

El viento. El viento.

Yo sólo puedo luchar contra la fuerza de los hombres.

El temporal arremolina hojas oscuras

y suelta todas las barcas que anoche amarraron al cielo.



Tú estás aquí. Ah tú no huyes.

Tú me responderás hasta el último grito.

Ovíllate a mi lado como si tuvieras miedo.

Sin embargo alguna vez corrió una sombra extraña por tus ojos.



Ahora, ahora también, pequeña, me traes madreselvas,

y tienes hasta los senos perfumados.

Mientras el viento triste galopa matando mariposas

yo te amo, y mi alegría muerde tu boca de ciruela.



Cuanto te habrá dolido acostumbrarte a mí,

a mi alma sola y salvaje, a mi nombre que todos ahuyentan.

Hemos visto arder tantas veces el lucero besándonos los ojos

y sobre nuestras cabezas destorcerse los crepúsculos en abanicos girantes.



Mis palabras llovieron sobre ti acariciándote.

Amé desde hace tiempo tu cuerpo de nácar soleado.

Hasta te creo dueña del universo.

Te traeré de las montañas flores alegres, copihues,

avellanas oscuras, y cestas silvestres de besos.



Quiero hacer contigo

lo que la primavera hace con los cerezos.








El amor del soldado






En plena guerra te llevó la vida 
a ser el amor del soldado.

Con tu pobre vestido de seda, 
tus uñas de piedra falsa, 
te tocó caminar por el fuego.

Ven acá, vagabunda, 
ven a beber sobre mi pecho 
rojo rocío.

No querías saber dónde andabas, 
eras la compañera de baile, 
no tenías partido ni patria.

Y ahora a mi lado caminando
ves que conmigo va la vida
y que detrás está la muerte.

Ya no puedes volver a bailar 
con tu traje de seda en la sala.

Te vas a romper los zapatos, 
pero vas a crecer en la marcha.

Tienes que andar sobre las espinas 
dejando gotitas de sangre.

Bésame de nuevo, querida.

Limpia ese fusil, camarada.


 La carta en el camino





Adiós, pero conmigo 
serás, irás adentro
de una gota de sangre que circule en mis venas 
o fuera, beso que me abrasa el rostro
o cinturón de fuego en mi cintura. 
Dulce mía, recibe
el gran amor que salió de mi vida 
y que en ti no encontraba territorio 
como el explorador perdido
en las islas del pan y de la miel. 
Yo te encontré después 
de la tormenta, 
la lluvia lavó el aire 
y en el agua
tus dulces pies brillaron como peces.

Adorada, me voy a mis combates.

Arañaré la tierra para hacerte 
una cueva y allí tu Capitán
te esperará con flores en el lecho. 
No pienses más, mi dulce,
en el tormento 
que pasó entre nosotros 
como un rayo de fósforo 
dejándonos tal vez su quemadura.
La paz llegó también porque regreso 
a luchar a mi tierra, 
y como tengo el corazón completo 
con la parte de sangre que me diste 
para siempre, 
y como
llevo
las manos llenas de tu ser desnudo, 
mírame, 
mírame, 
mírame por el mar, que voy radiante, 
mírame por la noche que navego, 
y mar y noche son los ojos tuyos. 
No he salido de ti cuando me alejo. 
Ahora voy a contarte:
mi tierra será tuya, 
yo voy a conquistarla, 
no sólo para dártela, 
sino que para todos, 
para todo mi pueblo.
Saldrá el ladrón de su torre algún día. 
Y el invasor será expulsado. 
Todos los frutos de la vida 
crecerán en mis manos 
acostumbradas antes a la pólvora. 
Y sabré acariciar las nuevas flores 
porque tú me enseñaste la ternura.
Dulce mía, adorada, 
vendrán conmigo a luchar cuerpo a cuerpo 
porque en mi corazón viven tus besos 
como banderas rojas, 
y si caigo, no sólo
me cubrirá la tierra
sino este gran amor que me trajiste 
y que vivió circulando en mi sangre. 
Vendrás conmigo, 
en esa hora te espero, 
en esa hora y en todas las horas, 
en todas las horas te espero. 
Y cuando venga la tristeza que odio 
a golpear a tu puerta, 
dile que yo te espero 
y cuando la soledad quiera que cambies 
la sortija en que está mi nombre escrito, 
dile a la soledad que hable conmigo, 
que yo debí marcharme 
porque soy un soldado, 
y que allí donde estoy, 
bajo la lluvia o bajo 
el fuego, 
amor mío, te espero, 
te espero en el desierto más duro 
y junto al limonero florecido:
en todas partes donde esté la vida, 
donde la primavera está naciendo, 
amor mío, te espero.
Cuando te digan «Ese hombre 
no te quiere», recuerda
que mis pies están solos en esa noche, y buscan 
los dulces y pequeños pies que adoro.
Amor, cuando te digan 
que te olvidé, y aun cuando 
sea yo quien lo dice, 
cuando yo te lo diga, 
no me creas, 
quién y cómo podrían 
cortarte de mi pecho 
y quién recibiría 
mi sangre
cuando hacia ti me fuera desangrando? 
Pero tampoco puedo
olvidar a mi pueblo. 
Voy a luchar en cada calle, 
detrás de cada piedra. 
Tu amor también me ayuda:
es una flor cerrada
que cada vez me llena con su aroma 
y que se abre de pronto 
dentro de mí como una gran estrella.

Amor mío, es de noche.

El agua negra, el mundo 
dormido, me rodean. 
Vendrá luego la aurora, 
y yo mientras tanto te escribo 
para decirte: «Te amo».
Para decirte «Te amo», cuida, 
limpia, levanta, 
defiende
nuestro amor, alma mía. 
Yo te lo dejo como si dejara 
un puñado de tierra con semillas. 
De nuestro amor nacerán vidas. 
En nuestro amor beberán agua. 
Tal vez llegará un día
en que un hombre 
y una mujer, iguales 
a nosotros, 
tocarán este amor, y aún tendrá fuerza
para quemar las manos que lo toquen. 
Quiénes fuimos? Qué importa? 
Tocarán este fuego
y el fuego, dulce mía, dirá tu simple nombre 
y el mío, el nombre
que tú sola supiste porque tú sola 
sobre la tierra sabes
quién soy, y porque nadie me conoció como una, 
como una sola de tus manos, 
porque nadie
supo cómo, ni cuándo 
mi corazón estuvo ardiendo:
tan sólo
tus grandes ojos pardos lo supieron, 
tu ancha boca, 
tu piel, tus pechos,
tu vientre, tus entrañas 
y el alma tuya que yo desperté 
para que se quedara 
cantando hasta el fin de la vida.

Amor, te espero.

Adiós, amor, te espero.

Amor, amor, te espero.

Y así esta carta se termina 
sin ninguna tristeza:
están firmes mis pies sobre la tierra, 
mi mano escribe esta carta en el camino, 
y en medio de la vida estaré 
siempre
junto al amigo, frente al enemigo, 
con tu nombre en la boca 
y un beso que jamás
se apartó de la tuya.




 Farewell






1

Desde el fondo de ti, y arrodillado,
un niño triste, como yo, nos mira.

Por esa vida que arderá en sus venas
tendrían que amarrarse nuestras vidas.

Por esas manos, hijas de tus manos,
tendrían que matar las manos mías.

Por sus ojos abiertos en la tierra
veré en los tuyos lágrimas un día.

2

Yo no lo quiero, Amada.

Para que nada nos amarre
que no nos una nada.

Ni la palabra que aromó tu boca,
ni lo que no dijeron las palabras.

Ni la fiesta de amor que no tuvimos,
ni tus sollozos junto a la ventana.

3

(Amo el amor de los marineros
que besan y se van.
Dejan una promesa.
No vuelven nunca más.

En cada puerto una mujer espera:
los marineros besan y se van.

Una noche se acuestan con la muerte
en el lecho del mar).

4

Amor el amor que se reparte
en besos, lecho y pan.

Amor que puede ser eterno
y puede ser fugaz.

Amor que quiere libertarse
para volver a amar.

Amor divinizado que se acerca
Amor divinizado que se va.

5

Ya no se encantarán mis ojos en tus ojos,
ya no se endulzará junto a ti mi dolor.

Pero hacia donde vaya llevaré tu mirada
y hacia donde camines llevarás mi dolor.

Fui tuyo, fuiste mía. Qué más? Juntos hicimos
un recodo en la ruta donde el amor pasó.

Fui tuyo, fuiste mía. Tú serás del que te ame,
del que corte en tu huerto lo que he sembrado yo.

Yo me voy. Estoy triste: pero siempre estoy triste.
Vengo desde tus brazos. No sé hacia dónde voy.

...Desde tu corazón me dice adiós un niño.
Y yo le digo adiós.


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